sábado, 26 de marzo de 2011

Gran Hermano de Orwell, Gran Hermano 2011 y Cristian U 2011 (26 de marzo de 2011 - Foro GH 2011)


Publicado por conal_cochran
26 de marzo de 2011

Gran Hermano de Orwell, Gran Hermano 2011 y Cristian U 2011


Gran Hermano 2011 no se parece en NADA al personaje omnipresente y todopoderoso de “1984”, la célebre novela de George Orwell. El que basaba su poder bajo la consigna de que controlando el presente se controlaba el pasado y controlando el pasado se controlaba el futuro.
Gran Hermano (versión argentina), en sus ediciones anteriores, tenía UNA sola autoridad en la casa: La archiconocida voz de Gran Hermano. Hoy existe un triunvirato compuesto por BrotherSister yJunior. Antes, la dedicatoria del líder totalitario (en sentido figurado, aclaro) a sus esfuerzos por saber y controlar hasta el más mínimo detalle, era full time. Hoy es part time. Algo que sería IMPOSIBLE de imaginar en la novela de Orwell.
En las versiones anteriores, el contralor de la información era total y el aislamiento era esencial para el desarrollo del programa; excepto algunas concesiones como llamados telefónicos de familiares o visitas a los participantes.
Cualquier transgresión, por pequeña que fuere, era severamente sancionada por Gran Hermano. Magaly, de Gran Hermano 2, fue enviada a placa por complotar. Y algo similar pasó con participantes de ediciones posteriores.
Osito y a Marianela, de Gran Hermano 4, las sancionaron y Gran Hermano les anuló sus nominaciones por hacer explícito cómo habían votado.
Dar datos del exterior no estaba permitido. Silvina Luna (Gran Hermano 2) y Claudia Ciardone (Gran Hermano 4), fueron convenientemente advertidas en este sentido.
La voz de Gran Hermano, en todos esos casos, era inapelable.
Pero en este Gran Hermano, todo cambió. Y fue por decisión de la producción. De nadie más.
La primera novedad fue la irrupción del twitter y del confesionario online. Los participantes podrían escribir sus impresiones, comentarios sobre el programa, saludar o lo que quisieren. Y si bien ellos no podrían leer las opiniones del público, los telespectadores pasarían a ser partícipes activos del programa, como se viene demostrando hasta el presente.
Con el episodio de la destrucción de objetos existentes en la casa, Gran Hermano decidió aplicar una sanción. Pero en vez de hacerlo por derecho propio, en uso de su autoridad omnímoda (como la que tenía el personaje de la novela), la dio a conocer en la primera gala tumultuosa que tuvo Jorge Rial con los diecinueve participantes de la casa (Rocío ya no estaba, porque había sido expulsada la semana anterior). Hubo reacciones airadas, malas contestaciones, gestos iracundos y sobradores. Ante esto, Gran Hermano tomó la decisión de someter a la opinión del público si la sanción debía, o no, ser aplicada. Acaso por rating, para vender, se procedió así sin que advirtieran que, de esta manera, estaban DESNATURALIZANDO algo fundamental para el programa: Gran Hermano como máxima, única autoridad, que adopta sus decisiones sin consultarlas con nadie y a entera concordancia con sus prerrogativas. Pretendieron darle a un personaje objetivamente totalitario un respaldo democrático a sus decisiones: El público votó por más de un ochenta por ciento en favor del castigo. Y, RECIÉN AHÍ, éste se hizo efectivo. La producción  había fabricado un caballo de Troya propio que terminaría afectando seriamente el formato del programa, donde varios de los participantes ensayaron conatos de rebeldía como sacarse los micrófonos, desobedeciendo la orden del Gran Hermano part time y de los otros dos triunviros.
El Gran Hermano “democratizado”, ante el nuevo perfil de participantes, comenzó a ser advertido como más “relajado” en los controles que en el pasado. Como dije antes, Magaly (de Gran Hermano 2), por sólo decir “votá a Roberto” por lo bajo, SIN quitarse los micrófonos, fue de inmediato a placa. En esta edición, Emanuel y Solange se cansaron de complotar, se sacaron los micrófonos, acordaron nominaciones por señas, etcétera y lo único que sucedió es que les anularon los votos y Gran Hermano ni siquiera comunicó su decisión a los involucrados. Lo mismo pasó con Natalí, Christian Yañez y Emiliano.
Caer en placa, en ediciones pasadas, era el PEOR castigo posible. Pero en la actual, donde la propia producción trastocó todo, y donde Gran Hermano ni siquiera está presente todo el día y necesita del auxilio de Sister y Junior, la AUTONOMINACIÓN (estratégica o temeraria) pasó a ser la estrella. Y la forma de arrastrar a otros a placas con más de dos nominados. La paradoja es que este mecanismo surgió de una lectura atenta del Reglamento llevada adelante por Cristian U, el protagonista principal de esta edición. El hombre que siempre estuvo en el centro de la escena. El personaje del que todos, bien o mal, hablan.
Mientras los límites se corrían, Cristian U recurría al Reglamento y le encontraba “la vuelta” legal más útil a su estrategia. Semana a semana, Cristian sobrevivió a la placa y se fue haciendo fuerte, para pasar a ser, hoy, el favorito del público. Y el “equilibrio” que se encontró fue, increíblemente, pasar de las sanciones graves a las sanciones leves para castigar livianamente complots y micrófonos quitados, para ver si surgía un liderazgo capaz de competir contra el de Cristian.
La presencia de Cristian U en el programa desplazó a los candidatos de “las historias fuertes”, esos que siempre (justa o injustamente) se perciben como los “candidatos oficiales” para ganar. Esto ya venía pasando desde la derrota de Diego Leonardi frente a Marianela Mirra (Gran Hermano 4), pero parece que no tomaron debida nota los productores del programa.
Ante la imposibilidad de contrarrestar el respaldo del público a Cristian, sus compañeros (casi todos) se pusieron de acuerdo para aislarlo. Y, como él mismo lo reconoce, no pudo soportarlo y decidió abandonar la casa. Le había ganado el aislamiento propio de la casa y de sus adversarios, cumpliéndose el vaticinio de Jorge Rial de que, contra la casa, nadie puede ganar.
Y allí comenzó la alarma. Porque el programa que había entrado en la era de las redes sociales, con un “participante 19”,  se vio amenazado con un colapso de rating si Cristian U no volvía. El participante dijo que jugaría desde afuera y dinamitó las posibilidades de los que el público (en forma equivocada o no) percibía como “caballos del comisario”. Los candidatos de “las historias fuertes”, a los que era “tabú” votar y enfrentar. Lo hizo explicando que TODOS los sueños eran iguales y que él se había anotado PARA GANAR. Que no estaban en “Gran Hermano por un sueño”, sino en Gran Hermano a secas. Que el premio debía ir para quien JUGASE MEJOR. La producción, entonces, se vio obligada a recurrir, nuevamente, a la voluntad general. A que fuera el “público soberano” el que decidiera qué dos participantes de los que habían salido, ya sea expulsados o por voluntad propia, tendrían la oportunidad de volver a la casa. Se abrieron varias líneas para votar. Y por un masivo setenta y cinco por ciento, el preferido fue Cristian U y le siguió Rocío, con poco más de un nueve por ciento. Pero Gran Hermano (el líder totalitario) volvió a mostrarse “flexible y benevolente” permitiendo también el regreso de Emiliano y Giselle.
Como  la pretensión parece ser la de mostrar esta edición como más “democrática” y “permeable a los deseos del público” que las anteriores, Jorge Rial tomó casi una hora en explicarles a quienes estaban dentro de la casa, la decisión de la producción y de la teleaudiencia. En medio de reacciones virulentas, con gestos de desaprobación y hasta con una pelea entre el participante Emanuel y el conductor del ciclo. Todo terminó girando en torno de lo que significaba el regreso de Cristian U, el personaje expulsado por el adentro pero votado democráticamente para volver a la casa desde el afuera. La propia producción no parece advertir, aún, que el Gran Hermano totalitario de Orwell debía tener el control de todo y que sus decisiones no podían ser sometidas a las preferencias de nadie, algo que tiene que ver con la lógica de las democracias con sufragio universal y del capitalismo, donde el público elige lo que quiere consumir, sometido a un bombardeo publicitario que aspira a seducirlo con infinidad de productos.
Para compensar el retorno de Cristian, Rocío, Emiliano y Giselle; se le permitió a los participantes que estaban dentro de la casa recibir visitas de sus familiares y conocer información del afuera, alterándose la norma del aislamiento. La tan mentada traición de Martín Pepa a “su grupo” (en un programa donde los participantes juegan solos y el objetivo es eliminar a todos y sobrevivir uno) habría obedecido, en gran medida, a los resultados arrojados por la charla con sus familiares que lo decidieron a replantear su juego.
A partir de allí, más que en la primera parte del programa, la figura de Cristian U se vio POTENCIADA tanto por el cariño de sus seguidores como por la envidia/ (¿odio?) de sus adversarios. Había que eliminarlo a como diera lugar. Y los participantes Giselle y Emiliano llevaron una idea del afuera, del panelista Sebastián de Caro: Ir todos a placa contra Cristian U. Todos contra uno. El plan no podía fallar: Ellos, todos juntos, sumaban más seguidores que Cristian.
Pero él, que había venido de estar fuera de la casa una semana, pudo apreciar la popularidad de la que gozaba entre el público y que el twitter y el confesionario online (incorporados por la producción del programa, bueno es recordarlo) podían ser sus mejores armas para comunicarse con sus seguidores. Enfrentado contra toda la casa, en la famosa autonominación masiva, seleccionó un blanco: Emanuel. Y sus talibanes y el público espectador votaron por un masivo setenta y tres por ciento la expulsión del participante de San Martín. De esta manera nació lo que yo bauticé comoFULMINANTE COMBINADA: Cristian U señala el blanco, sus seguidores lo votan para que se vaya. Otros tres corrieron la misma suerte: Loreley, Luz y Jonatan.
Desde los debates y los programas de Telefe (en sentido figurado, o quizás no tanto, los aparatos de propaganda como los que utilizaba el régimen totalitario soviético) comenzaron a vislumbrar que, en los hechos, Gran Hermano 2011 ha pasado a convertirse en Cristian U 2011. Todo se les empezó a ir de las manos y les resultó intolerable aceptarlo. Y Cristian U, gracias a quien el rating creció y el programa se ve, pasó a ser víctima de notas desfavorables, de los comentarios obsesivos de sus compañeros expulsados y de la búsqueda desesperada de un contrincante potable para hacerle competencia. No previeron que un participante usaría tan bien su twitter y que, quien él señalara, saldría de la casa en cuatro oportunidades.
El programa se volvió lúdico cien por cien. Y en un contexto como este, a participantes como Tamara y Alejandro se les empezó a reclamar que jugasen sin descansar únicamente en “sus historias” y “sus sueños”. Había que comenzar a “inflar” a otros: “Solange + El factor del voto tucumano en las finales” o “Emiliano + Kimba”. Con informes diarios señalando “el malhumor, la intolerancia, la obsesión por el juego” de Cristian U, con los participantes expulsados hablando mal de él, atacando a invitados del público y hasta un Mariano Peluffo contando la “inquietud de una amiga, seguidora del programa, que prefiere no identificarse”, en el sentido de “qué pasaría si en la final todos se ponen de acuerdo para votar a un candidato que le haga frente a Cristian U”, cambiando el espíritu de VOTO POSITIVO para la final por unoNEGATIVO, de antinomia, bien típico y escasamente original en una Argentina que soportó doscientos años de enfrentamientos y odios viscerales.
Esta campaña permanente no tiene en cuenta varias cosas: El EFECTO SATURACIÓN: El hartazgo que produce ver a varios ensañándose con uno (que, para colmo, fue el que salvó al programa del fracaso de un casting mal hecho); elEFECTO BOOMERANG: Los ataques generan repudio contra quienes los realizan y no contra el objetivo atacado y elEFECTO DEL MENSAJE RECONVERTIDO: Mostrar a Cristian U enojado porque pierde, lejos de producir rechazo hacia él, hasta resulta divertido.
En este colapso de manotones de ahogado, Laura Ubfal propinó un golpe certero a “la divina” Solange. Informó que las fans de la participante tucumana estaban insultándola por twitter y puso en el tapete la mofa hacia Pamela y la problemática de la obesidad que partió de boca de la propia Solange. Allí mismo, Mariano Peluffo, en una acción que entiendo impropia de un “moderador”, intentó desestimar lo que decía la panelista y a librar a Solange de lo que decían sus fans, dando a publicidad un incidente en la Academia de Modelos de Loreley atribuido a un grupo de seguidores de Cristian U (cosa que, por cierto, habría que demostrar; los nazis incendiaron el Reichstag para tener la excusa perfecta para tomar el poder y los autores de ese atentado habían sido ellos mismos), lo que dio pie al recientemente expulsado Alejandro para decir “ellos son violentos”, construyéndose, de esa manera, un discurso de raigambre totalitaria donde se infiere que todos los seguidores de Cristian U arrojan piedras, les gusta la violencia física, etcétera.
Sería deseable que conductores y panelistas del canal no pierdan la línea y que guarden un mínimo de prescidencia. Esperemos que no haya “problemas” para enviar los sms este fin de semana. Y que no se siga apelando  a otros recursos triviales de propaganda tendientes a torcer la realidad de un ejercicio participativo en el programa por el simple hecho de que a los derrotados no les gusta y, al parecer, a ciertos panelistas y conductores tampoco, que haya una preferencia masiva a favor de Cristian U. Y que aprendan de sus errores si los candidatos que ellos “inflan” caen.
Gran Hermano 2011 se boicoteó a sí mismo. De la simbiosis entre una autoridad omnipresente y un público votante sólo puede emerger una crisis. La producción corrió los límites y los adaptó en aras del rating. Y ahora, en una maniobra incomprensible, parece querer deshacerse del participante que nos motiva a querer ver el programa y lo hace atractivo. ¿Acaso la producción está en contra de nosotros, del público? ¿Quieren que veamos otra cosa?
La producción del programa está en una encrucijada: Moldear los hechos como querría, a la usanza totalitaria del Gran Hermano de Orwell, a los efectos de poder deshacerse de un participante que ha logrado que el programa sea visto, con altos niveles de rating; o resignarse a aceptar lo que el público quiere, porque tiene derecho a acertar o a equivocarse sin tutelas paternalistas.
Yo quiero tener ese derecho. Seguir viendo el programa y votar en positivo. Haciéndolo por Cristian Urrizaga.
Porque si todavía sigo viendo Gran Hermano 2011 es porque, en realidad, se ha transformado en el programa de Cristian U.
En Cristian U 2011.
Conal Cochran

No hay comentarios:

Publicar un comentario